abril 05, 2009

VEINTE DÍAS CON JULIAN Y CONEJITO

Este es uno de los textos poco frecuentado de Nathaniel Hawthorne (1804-1864). Publicado, por vez primera, en 1932, dentro de un extenso volumen de 800 páginas titulado American Notebooks. Actualmente la editorial española Anagrama lo ha puesto al alcance en un tomo independiente, con una magistral introducción de Paul Auster, lo que me invita a rezar mis impresiones en dos partes.
Auster logra en su introducción algo que muy pocos escritores han hecho al hablar sobre otro libro: alejarse del dogmatismo. Y lo reconoce cuando dice:

…así han llegado hasta nosotros también varias otras visiones de él: como la del Hawthorne aficionado a las alegorías; el Hawthorne maestro de la fabulación romántica; el cronista de la Nueva Inglaterra colonial del siglo XVII, y, muy notablemente, el Hawthorne reimaginado por Borges como precursor de Kafka. Sin duda es posible leer la narrativa de Hawthorne desde cualquiera de estos puntos de vista, pero todavía existe otro Hawthorne que ha sido en cierta medida olvidado, desatendido por la magnitud de sus otros logros: el Hawthorne privado, el garabateador de anécdotas y pensamientos impulsivos, el creador de ideas, el meteorólogo y pintor de paisajes, el viajero, el escritor de cartas, el historiador de la vida cotidiana…

Esta personalidad es la que Auster redescubre. Al hombre detrás de su creación, al ser humano que se levanta por la mañana, con el aliento acartonado, con los sueños aún rondando entre sus cabellos enmarañados; al Hawthorne oculto en la sombra de su desmedido talento. Da la impresión de haberse sumergido en el interior de Hawthorne, habla a través de él, lo convierte en uno de sus personajes y sólo nos recuerda que se trata de un pequeño ensayo introductorio, al reforzar la información con fragmentos del texto, cartas y fotografías. Aún así, esta introducción está estructurada como algunas de sus intensas novelas: La noche del oráculo, por citar un ejemplo, en la que recurre al pie de página como artificio literario; El libro de las ilusiones, donde emprende una biografía motivado por una sonrisa y partiendo de ese hecho o Mr. Vértigo.
Veinte días con Julian y Conejito fue escrito en 1851, durante las tres semanas que Sophie, su esposa, deja el hogar al lado de sus dos hijas, Una y Rose, para visitar a su madre. El único propósito de este texto fue el describir, a guisa de diario, los días que pasaron en soledad Hawthorne y su hijo Julian. Acompañados de un conejo, la mascota del niño. Pero este hábito de eternizar los momentos cotidianos de sus hijos ya lo había emprendido Hawthorne un par de años antes. Apuntaba tanto momentos concretos (juegos, riñas, berrinches, conversaciones, etc.) como datos generales sobre la personalidad de sus hijos. Alguno de estos pasajes ha llevado a la conclusión de que Pearl, personaje de La letra escarlata, se basó en su hija Una.
¿Pero si este texto es únicamente descriptivo, porqué resulta interesante? Es cierto, las páginas de este pequeño diario narran una sucesión de días grises, monótonos y aunque suelen suceder dos o tres acciones que rompen la rutina del despertar, caminar por los campos, comer y dormir, estos carecen de valor dramático. Sin embargo, las descripciones son de una dimensión poética, en alguna ocasión Hawthorne dijo:

…La mejor forma de obtener una impresión y un sentimiento vívidos de un paisaje consiste en sentarse ante él y leer: o dejarse absorber de otra forma por él; porque, entonces, cuando tus ojos se ven atraídos por el paisaje es como si atraparas a la naturaleza de improviso y sin darle tiempo a cambiar su aspecto…Es como si pudieras captar y comprender lo que los árboles se susurran el uno al otro, como si captaras un atisbo de un rostro sin velo, que se protege de cualquier mirada maliciosa…

Este es el método en que el libro fue narrado, son los días cincelados por las montañas, decorados por las plantas, precedidos por las nubes, consolados por el sol y tristes por su ausencia los que invaden de pasión sus vidas.
Sin embargo, podemos intuir un motor dramático, la vida de Conejito. Al inicio del diario, Hawthorne habla de él con perturbadora crueldad:

…allí estaba Conejito, aunque no es demasiado interesante como compañero y me da más trabajo del que vale…Yo me siento fuertemente tentado por el Maligno a asesinarlo a escondidas…

Con los días, acepta no sólo su presencia, sino que muestra preocupación por el animal y deja asomar sentimientos de afecto. Al final de las tres semanas, cuando es ya necesaria la presencia de Sophie y las hermanas de Julian, y éstas están por llegar, Conejito fallece…es como si se cerrase un ciclo y fuera el tímido roedor quien lo determine.
Indiscutiblemente, este texto debe ser rescatado de la fría soledad de los libreros, desempolvado y engullido con pasión. Difícilmente un texto meramente descriptivo alcanza la intensidad de Veinte días con Julian y Conejito, pocas veces un pequeño texto es considerado grande y éste lo es, en voz de Auster, sólo porque la literatura, en sí y por sí misma, da placer.

1 comentario:

sara dijo...

Sigues sorprendiéndome con tu capacidad de analisis y tu forma de interpretar los textos, me declaro tu fan num. 1, disfruto leerte. No dejes de escribir nunca. Te quiero!!!