abril 05, 2009

NUNCA ME ABANDONES


Un decenio puede ser mucho o poco, según se mire. Una licenciatura de diez años, por ejemplo, es agotadoramente larga; pero para Nagasaki, diez años después de la crueldad atómica no era nada. El tormento era recalcitrante como si hubiese pasado un año, incluso unas semanas. Tan grande es el poder del miedo. En esta Nagasaki abatida de 1954, sin embargo, la vida continuaba, y quién iba a pensar que en ese mismo año, en esa tierra castigada por la intransigente beligerancia humana, nacería uno de los más importantes escritores británicos contemporáneos. Así de grande es el poder de la ironía.
Kazuo Ishiguro se trasladó a Inglaterra en 1960, a los cuatro años. Actualmente vive en Londres, es autor de seis novelas, tres de ellas premiadas por prestigiados certámenes internacionales: Pálida luz en las colinas (Premio Winifred Holtby), Un artista del mundo flotante (Premio Whitbread), Los restos del día (Premio Broker, el cual ha sido otorgado, entre otros muchos, a John Banville), esta novela llegó a las pantallas cinematográficas bajo la dirección de James Ivory, y las novelas Los inconsolables, Cuando fuimos huérfanos y Nunca me abandones.
Es ésta última la que no me permite conciliar el sueño con tranquilidad, revolotea a mi alrededor como tercas moscas. Tan grande y profundo es el eco literario. Y, supongo, este debe ser un signo tomado en cuenta para valorar una narración y un autor: el que logre lacerar la moral, despertar la inquietud y avivar la incertidumbre, el que invite a las lágrimas, el lamentar haber terminado su lectura, desear que nunca hubiese un punto final, el que genere un impulso que nos lleva a leerlo una segunda, tercera y más veces, las que sean.
En Nunca me abandones nos enfrentamos a una brutal historia de soledad, de amor, de pasiones, de avaricia; pero, sobre todo, descubrimos, o detectamos, el terror de la temporalidad, la inminente mortalidad. La muerte nos concomita en todo momento, eso es de sobra sabido, pero sentirla respirar sobre nuestra nuca es desconcertante. Sin embargo, de esto no se habla en la novela, solo lo intuimos. Verbigracia de una magistral narrativa.
La novela tiene una capacidad de intriga comparable al Túnel de Sábato o Crimen y castigo de Dostoievsky. Ambas, o mejor dicho las tres, reparten estratégicamente, entre los capítulos, los detalles que al final terminan por resolver la trama. Lo que, sin lugar a dudas, las ha convertido en obras cardinales. Evidentemente, Ishiguro tiene sus peculiaridades, el misterio en él, o al menos en esta obra, nada tiene que ver con un crimen, como en las otras dos, sino que forma parte de la cotidianeidad, nos relata una historia aparentemente ordinaria, en la cual, la intriga es parte de la vida de los personajes, y podría asegurar, de nuestra realidad.
Dividida en tres partes, Nunca me abandones es un texto retrospectivo que Kathy H., personaje principal, narra a finales de la década de los 90’s, en Inglaterra. Con la técnica del flash back, Kathy recuerda sus años en el instituto Hailsham, un horfanatorio en el que pasó su infancia y adolescencia, al lado de Ruth y Tommy. En el colegio recibían clases de arte, literatura y deportes, los profesores (custodios) los motivaban a crear pinturas que después se llevarían a una galería, la cual resulta, más adelante, no existir. En suma, todo parece discurrir en la normalidad, sin embargo, poco a poco vamos descubriendo incógnitas, por ejemplo, ninguno de los alumnos de Hailsham puede procrear, se les suprime toda tentación al tabaco, prohibiendo, incluso, los libros de Sherlock Holmes porque éste fuma exacerbadamente, pero se les invita a practicar sexo, lo cual es atípico en un colegio.
No tardan Kathy y Tommy en entrar a un abismo dubitativo, a cuestionarse por su origen, quiénes son, porqué deben ser las cosas como se les enseña, porqué tienen ya un futuro predestinado y quién lo determinó. Este es el motivo por el cual Kathy escribe, tuvieron que pasar años, hasta que ella tenía 31, para poder comprender muchas cosas:

…Estoy segura de que, al menos en parte, este apremio íntimo por ordenar todos estos viejos recuerdos tiene que ver con ello, con el hecho de estar preparándome para este inminente cambio en mi vida. Lo que realmente pretendía, supongo, era poner en claro las cosas que sucedieron entre Tommy y Ruth y yo después de hacernos mayores y dejar Hailsham. Pero ahora me doy cuenta de que, en gran medida, lo que ocurrió más tarde tuvo su origen en nuestra época en Hailsham, y por eso, antes que nada, quiero examinar detenidamente esos recuerdos tempranos…

Las revelaciones son abrumadoras, los descubrimientos inimaginables.
La novela es una alegoría de la libertad soñada, de nuestra existencia condicionada, aunque muchos apuesten lo contrario. La libertad no radica en poder decidir, por nosotros mismo, el fumarnos un cigarrillo, embriagarnos, acostarnos con cualquier persona, votar por uno u otro partido político. Hasta en aquellos pequeños detalles estamos condicionados, nuestras elecciones están sometidas al consenso general y eso acrecienta nuestras frustraciones. El arte, más explícitamente, responde a esa necesidad humana de libertad y, lamentablemente, se ha ido condicionando con tanta fruslería esnobista. Pero nuestro peor condicionamiento, sin duda alguna, es el fin de nuestras vidas, porque todo lo que en vida hayamos logrado servirá de nada. Al principio dije que diez años puede ser poco o mucho, según se mire, y visto desde la eternidad, ni cien años es demasiado, lo que en vida hagamos sólo sirve para autoengañarnos, para convencernos de que somos felices, y eso, la felicidad es, también, un obstáculo para la libertad absoluta, es decir, la búsqueda de la felicidad se convierte en un condicionamiento. Un poco de esto, aunque en el contexto propio de la historia, lo menciona Kathy en la novela:

-No es sólo eso- dije en voz baja-. Para empezar ¿para qué hacíamos todos esos trabajos artísticos?¿Porqué enseñarnos, y animarnos, y hacernos producir todo aquello? Si lo único que vamos a hacer en la vida es donar, y luego morirnos, ¿para qué todas aquellas clases? ¿Para qué todos aquellos libros y debates?

Esta novela es de una tristeza contagiosa. Estoy absolutamente convencido de que todo en la vida es un azar, que nada esta destinado, y las mejores y peores cosas son casuales. Por lo tanto, el haber tenido en mis manos este libro es una suerte, mi única intención, aquí y ahora, es canalizar las duras revelaciones que me ha brindado.

No hay comentarios: